Declaración luterano-católica sobre la Eucaristía
1. Después de haber declarado conjuntamente que “el Bautismo de adultos e infantes, y la fe trinitaria y cristológica crea entre los miembros de las distintas comuniones eclesiales un vínculo de hermandad que tiende a la unidad, don del Espéritu Santo*, luteranos y católicos creemos que en ese camino a la unidad, la celebración de la Eucaristía en nuestras respectivas comunidades es principio de renovación para lograr más plenamente la hermandad que se inició en el Bautismo.
2. Católicos y luteranos, tratando de ser discípulos atentos, al celebrar unos y otros la Eucaristía lo hacemos en cumplimiento del mandato de nuestro Salvador Jesucristo: “Hagan esto en memoria mía” (Lucas 22,19). Sabemos que la Cena celebrada por Él fue el gesto anticipado de su entrega como Redentor: “Esto es mi Cuerpo que se entrega por ustedes… porque el Hijo del Hombre va por el camino que le ha sido señalado” (Lucas 22,19.22). Por ello, católicos y luteranos confesamos que la Eucaristía es el sacramento de la presencia de Cristo crucificado y resucitado, y en medio para que el sacrificio de la cruz se haga operante hoy en la Iglesia. Nos sentimos insertos en la Tradición apostólica, en la cual resuena la palabra de Pablo: “Siempre que coman de este Pan y beban de esta Copa proclamarán la muerte del Señor hasta que Él vuelva” (1 Corintios 11,26).
3. Sabemos que la fraternidad eucarística, reunión de hermanos en la que debemos poner los bienes en común, compartiendo la casa con el peregrino, y dando de comer al hambriento (Hechos 6,1), en cuanto “fracción del Pan” (cf. Lucas 24,30), revela la peculiar presencia de Jesús, ya que igual que los discípulos de Emaús, por la fe ahora podemos reconocerlo nuevamente “al partir el Pan” (Lucas 24,35). Católicos y luteranos aunque reconocemos la existencia de diversas explicaciones de esta presencia de Cristo por parte de nuestras comunidades, afirmamos la realidad de la presencia de Jesús muerto y resucitado en la Eucaristía. Hacemos esta afirmación por fidelidad a nuestras respectivas tradiciones que así lo mantienen, y convencidos de que en la presencia eucarística se cumple de manera eficaz la promesa de Jesús: “Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin de mundo (Mateo 28,20).
4. Luteranos y católicos sabemos, además, que la Eucaristía es alimento, comida, comunión, que se nos da para nuestro peregrinar, como el nuevo maná a la espera de la promesa de Dios Padre. Creemos que el Pan eucar´sitico es el “pan vivo bajado del cielo” (Juan 6,50.51), y que es el mismo Jesús (cf. Juan 6,48). Debemos comer este Pan para renovar la vida y la esperanza, las fuerzas de peregrinos, por la fe en las palabras de Jesús que nos advierten: “separados de mí nada pueden hacer” (Juan 15,5).
5. Por lo dicho, afirmamos que celebrando la Eucaristía, luteranos y católicos nos sometemos a la voluntad soberana de Cristo el Señor para con su Iglesia, a la cual dejó el gesto y las palabras del memorial de su entrega. Nuestra celebración de la Eucaristía es el testimonio reiterado de la lealtad que la Iglesia debe a su Esposo, Cristo, quien “se entregó por ella para santificarla (y) la purificó”, queriendo “para sí una Iglesia santa e inmaculada” (Efesios 5,25.27). En cada Eucaristía nos sumergimos en esa voluntad santa, purificadora y de entrega fiel de Cristo al Padre, para crecer en la santidad y comunión con Aquél que nos purificó. En el amor atento con que celebramos así la voluntad soberana de cristo, experimentamos la necesidad de la unidad que debemos alcanzar, y asimismo creemos que, en el misterio, se realizará la fraternidad que el Bautismo ya generó en nosotros. Por tanto queremos ser dóciles al Espíritu Santo para que juntos, como la Esposa, al unísono clamemos a Cristo: “¡Ven!” (Apocalipsis 22,17).
6. Al celebrar la Eucaristía en la fiel repetición de lo que hizo y dijo Jesús, y con verdadera fe, sabemos que ella nos participa ahora la eficacia del Misterio Pascual.
7. Por otra parte, reconocemos que en muchos aspectos del Misterio de la Eucaristía, cuya importancia es diversamente valorada por una y otra parte, debemos aún proseguir en la búsqueda de una comprensión común, de modo especial en lo referente a la doctrina y realidad del ministerio, y de la sucesión apostólica, el carácter sacrificial de la celebración eucarística, la índole de la presencia sacramental y, consiguientemente, la permanencia del Cuerpo y la Sangre del Señor en las sagradas especies y su culto fuera de la celebración.
8. En cuanto a la práctica litúrgica o celebratoria, es preciso ponernos de acuerdo respecto de varios temas fundamentales que según las tradiciones podemos y debemos fraternalmente reclamar:
“Según la convicción luterana, del lado católico se debe tender a: 1. Evitar celebrar la Misa sin participación del pueblo. 2. Asegurar mejor la predicación de la Palabra de Dios en el curso de la celebración eucarística. 3. Distribuir la Comunión bajo las dos especies.
Según la convicción católica del lado luterano se debe tender a: 1. Una celebración más frecuente de la Santa Cena. `La Eucaristía es la celebración litúrgica nueva que Cristo ha dado a su Iglesia: parece pues normal que sea celebrada cada domingo, o al menos una vez por semana´ (Accra, n.33). 2. Una mayor participación de la comunidad, en particular de los niños. 3. Una relación más estrecha entre el servicio de la Palabra de Dios y el Sacramento.
No debe perderse de vista que las distintas prácticas así evocadas dependen, en parte, de diferencias aún no superadas en la inteligencia de la fe. Esclarecerlas y superarlas se nos impone como tarea común.”
9. Como compromiso y deseo de superar las diferencias y para hacernos dignos de una unidad que el Señor nos da por su Espíritu, sugerimos que, en lo posible, sobre todo en las celebraciones dominicales o en las grandes fiestas del Señor, haya un intercambio del “saludo de la paz” entre las comunidades por medio de algún ministro o delegado. Paz que, pese a la duda de los discípulos, Cristo les ofreció como trofeo de su victoria (cf. Lucas 24,36-38; Juan 20,26-28). La Eucaristía nos conduce a dar testimonio común, y a obrar en el mundo impulsados por el mandato de Jesús y animados por su Espíritu Santo.
[Redacción final: 11.VII.1995[
Por la Iglesia Evangélica Luterana Unida:
Pastor Dr. Ricardo Pietrantonio
Pastor Lisandro Orlov
Dr. Guillermo Hansen (desde 1994).
Por la Iglesia Evangélica del Río de la Plata
Pastor Carlos Schwittay
Pastor Federico Schäfer
Por la Iglesia Católica:
Excmo. Mons. Juan Carlos Maccarone
Mons. Dr. Osvaldo Santagada
Dr. Norberto Padilla
Pbro. Carlos Castro (desde 1994)
Fr. Pablo C. Sicouly O. P. (desde 1994)
* Declaración conjunta de reconocimiento mutuo del Sacramento del Bautismo, ratificada en celebración ecuménica del 30 de abril de 1989 presidida por las autoridades de las Iglesias citadas, en la Iglesia del Seminario Mayor en Buenos Aires. Hay varias publicaciones: puede verse en Criterio 61 (1988), n 2017, p. 606.